jueves, 4 de junio de 2015



El jefe del Comando Aéreo de Combate de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, el general Herbert Carlisle, dijo que la Fuerza Aérea no está interesado en conseguir el EA-18G Growler para satisfacer sus necesidades de guerra electrónica. La Fuerza Aérea de Estados Unidos dijo que tiene como objetivo satisfacer la capacidad de guerra electrónica con aviones de última generación como el F-35, y concretar los detalles para el nuevo bombardero de largo alcance (LRS-B), y no entra en sus planes la adquisición de aparatos de diseño antiguos como el EA-18G de Boeing. Carlisle dijo que el F-35 ofrece algunas capacidades impresionantes para la guerra electrónica, aunque no dio detalles. También dijo que el contrato para un nuevo bombardero se firmará en los próximos meses. "Con limitado [presupuesto], usted tiene que pensar en la compra de nuevos aviones, a estas alturas vale mas la pena invertir en nuevos modelos que antiguos, y desarrollar los primeros a medida que avanzamos". Estas declaraciones llegan en un momento en el que Boeing está tratando para conseguir los pedidos suficientes para mantener abierta su la línea de producción de cazas F/A-18E/F y EA-18G. El congreso está a punto de financiar la compra de 12 aviones más, pero el dinero del presupuesto todavía no está disponible. Funcionarios de la Marina estadounidense dijeron que ya tienen suficientes Growler para satisfacer sus propias necesidades, pero un estudio dirigido por la Armada sugiere que podría ser necesario adquirir mas aviones si conflictos como los del EI en Irak y Siria o la tensión con China en el Pacífico siguen aumentando. La compra de estos 12 aviones por la Armada, además de una posible venta a Kuwait de 28 aviones Super Hornet, deberían mantener la línea de producción abierta hasta 2019. Carlisle dijo que esperaba que la Fuerza Aérea elija el fabricante del nuevo bombardero en julio, o a más tardar en el mes de agosto. Boeing y Lockheed se unieron para competir contra Northrop, constructor del bombardero B-2 Spirit, en un programa por una valor de entre 50.000 y 80.000 millones de dólares.

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